jueves, 26 de julio de 2007

EL CUERPO


Aquella mañana su despertar pesaba como aquel que sale de un sueño eterno, no fue un sueño profundo ni comatoso, el sueño había sido casi reparador, pero secuencias de recuerdos y algunas apariciones lo habían interrumpido.

Se incorporó lentamente sobre la cama. El contacto de los pies al suelo la orientó de su posición espacial, pero no encontraba su posición real. Apartándose el pelo alborotado de la cara se cercioró que aquello que se reflejaba en sus pupilas no era más un sueño lejano, era real. Aquel cuerpo inerte e intacto yacía a su lado como si formara parte de la decoración de su dormitorio. Es por ello, que aquella presencia muerta no le causaba sorpresa. Todo era confusión, a pesar de conocer bien aquel cuerpo.

Se levantó apresuradamente, se vistió y empezó a pensar como podía deshacerse de él. En realidad, no era la primera vez que amanecía de aquella manera, así que empezó a repasar mentalmente los métodos llevados a cabo en las situaciones anteriores. Había que sacar el cuerpo de allí, así que lo cargó a los hombros. No era fácil, porque aquello pesaba más de lo que creía. Una vez más la angustia la invadió. Poco podía hacer en aquella situación. No podía pedir ayuda. Sólo se dedicó a esperar.

Aquel día ella arrastró aquel cuerpo consigo y lo guardó. De vez en cuando lo cambia de lugar por miedo a que lo descubran mientras sigue esperando encontrar la forma de deshacerse de él.