domingo, 4 de marzo de 2007

EL PAYASO

Hará casi una año que conocí a este hombre de traje rojo a topos blancos. Fue por casualidad un día de entre semana esperando un ascensor. Se presentó y me preguntó mi nombre. Andaba inquieto por un asunto que le preocupaba, tanta era su preocupación que de la manera más inocente quiso desahogarse con la primera persona que se topó, que fui yo. Evidentemente, aquel día no iba ni con el traje rojo, ni con la cara maquillada, sin embargo portaba una graciosa gorra que desde el principio le dio un toque muy singular. Ante su inquietud intenté demostrarle mi sincero interés, pues por raro que parezca, a veces con escuchar un poco a las personas, de cierta manera les puedes ayudar.

El caso es que este hombrecillo, se sintió más aliviado y agradecido, así que decidió invitarme a un café. Pese a que yo no disponía de demasiado tiempo, acepté agradecida ante la muestra de afecto de tal personaje. Él se tomó un zumo natural de naranja y yo otro, charlamos un par de minutos y nos despedimos. Me pidió que le saludara si le veía los
sábados por el centro repartiendo globos. Para mi sorpresa no tardé en verlo. Lo reconocí porque me dijo como suele estar vestido para la ocasión. Me atrevo a decir que Ángel es como un niño grande. Reparte globos para los niños casi todos los sábados, me parece que el ayuntamiento no lo ha puesto ahí, que lo hace gratuitamente y con mucha ilusión. No le consideraría un artista, pero sí aseguro que es un buen tipo, ya que procura ayudarse así mismo intentando hacer felices a los demás, lo que le convierte en alguien excepcional.

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