martes, 8 de mayo de 2007

UNA PATADA

Confieso que algunos días voy un peu pressée al trabajo. Los típicos despistes que tiene una, definidos como imprevistos de ultima hora para excusarse, pero que son despistes anunciados, me obligan de cuando en cuando a coger el atajo de asfalto, en vez de mi camino rutinario. Et voi-là , todos los caminos llevan a Roma y siempre guardan alguna sorpresa, en este caso un privilegiado encuentro con Mamá Pato y sus polluelos. La pata se agobió tanto por mi humana presencia que no pude averiguar de donde venían exactamente, si habían anidado en algún lugar entre la acera y la carretera.. pero sé que se dirigían a toda prisa hacia el río, buscando un hueco para saltar al césped que les lleva al Arlanzón. La madraza dirigía su tropa con coraje y ellos no se permitían el despiste. Maravilloso espectáculo de primera hora de la mañana, capaz de alegrarle a cualquiera. Una vez más la naturaleza es generosa conmigo y estoy agradecida.















Todos los patitos
se fueron a nadar
y el más pequeñito
se pudo ahogar.

Su madre enfadada
le quiso pegar
y el pobre patito
se puso a llorar.

1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

La naturaleza es sabia. Somos nosotros los equivocados. A veces, dan ganas de no ir a trabajar y quedarse a contemplarla.